Por Yancen Pujols / El Caribe - 21 de enero, 2020 - Artículo Original |
Poco a poco el corral de los Toros se fue llenando. Entre 5:15 de la tarde y las 7:20 de la noche había muchos huecos en sus asientos, pero luego todo cambió. Eran las 7:38 p.m. y ya Emilio Bonifacio entregaba el primer out, lo que indicaba que estaba sobre la marcha el partido de apertura de la final ante los Tigres del Licey, cuyos seguidores daban un toque azul al lado izquierdo del terreno.
Inmediatamente falló Bonifacio, se escuchó la algarabía de varios miles de personas con atuendos naranja. No había dudas: la plaza de los Toros se comenzaba a encender.
Como todo estadio, el Francisco Micheli, un parque bien cuidado, con un entorno organizado con áreas asignadas para los diferentes tipos de vehículos y donde se respeta la fila para ingresar, es el punto de encuentro de un variopinto de personalidades. Al lado de la cueva de los Toros, por ejemplo, está Carmen Luisa Valdez de Miranda, una señora que por más de tres décadas asiste a este recinto a apoyar su equipo.
“Esos son mis hijos. Tengo 36 años siguiendo a este equipo. Esto es amor del bueno”, dice a elCaribe quien durante 57 años ha sido la esposa de Joaquín Miranda. Resulta que la oriunda de Higüey, su lugar de residencia y desde donde se traslada al Micheli para cada partido, era seguidora de los Leones del Escogido y su compañero de vida de los Tigres del Licey. Ambos iban al Estadio Quisqueya hasta que aparecieron los Azucareros hoy Toros y todo cambió.
“Aquí vengo con mi familia siempre”, dice la educada dama, dueña de un gracejo natural, sobre sus cuatro hijos y siete nietos. “¡Vamos Toros!” Así se escucha en el recinto casi lleno. A las 8:06 llegó la primera carrera del partido, pero eso no amilanó para nada a los presentes. Todo lo contrario, ahí tomaron ánimo.
En el recorrido de este diario hacia las gradas del prado derecho, se pudo apreciar el toque femenino que engalana el ambiente. Era un desfile de elegancia digno de admirar. Al llegar a la zona donde se arma el coro, hay un grupo que tiene un pequeño ataúd de color azul porque, según explican, hasta aquí “llegó Licey”.
Al ver las cámaras y el micrófono se pusieron de pie para que quedara registrada su alegría.
Cerca de las 8:30 apareció Mairon, llamada el “Bebe Leche”, un joven de mediana estatura totalmente pintado de naranja, con un biberón pequeño, lentes de sol y un “pamper”, atuendo que estaba obligado a usar debido a un reto en redes sociales. Aquí todos son “Toros” y el que no se muda. Saben hacer su “Toro-Lío”. La casa de los taurinos tiene vida, color y mucho deseo de celebrar otra corona otoño-invernal.
Recibe todas nuestras novedades inmediatamente en tu correo electrónico.